En una noche oscura, de una historia incierta, que nadie conoce (excepto un servidor), de un lugar muy remoto, se juntaron, de forma amistosa, un grano de arena y una gota de mar.
El grano habló con la gota, y la arena hizo lo propio con el mar. Hablaron sin parar, toda la noche, que si tú líquida que si yo sólido, que si tú salada que si yo amargo, que si tú mojada que si yo seco, que si tú insignificante que si yo también… Hablaron sin parar, hasta que el sol de la mañanita, invitó, de forma cariñosa, a la luna a dar un paseo por el horizonte. Cuando esto ocurrió, la calma que precedía al día se partió. Comenzaron a llegar las primeras aves, y con ellas el ajetreo propio del mundo animal. El grano de arena y la gota de agua tuvieron que separarse, sin ellos saberlo, hasta el fin de sus días, que serán eternos.
¿Por qué se rompió la armonía? ¿Por qué no se pueden volver a ver esas dos insignificantes existencias?
Quizás, y sólo quizás, porque el destino tiene caminos infinitos para el desencuentro.
Porque así estaba escrito. En dónde se preguntarán algunos, pues evidentemente, en las páginas de esa incierta historia, que nadie conoce (excepto un servidor) y que seguramente nadie escribió.
Pero de lo que sí estoy seguro, es que si de mí dependiese, tanto esa gota como ese grano de arena serían elementos dispares de una misma unidad. Es que no comprendo…
Es, a veces, cuestión de perspectiva personal, el poder encontrarle sentido al infortunio y al azar. Unos días (curiosamente de forma muy azarosa) pienso unas cosas y otros días pienso otras totalmente distintas, caigo pues, de nuevo, en la trampa de las redes de la contradicción, una maraña imprescindible para darle forma a elementos inexplicables de la propia virtud.
Una maraña imprescindible, para entender la realidad.
There's a bluebird in my heart
Hace 12 años