jueves, 27 de agosto de 2009

Calle Sin Talento

No hay que ser bohemio para ser artista, ni dárselas de intelectual de postín, ni fumar en pipa, ni llevar sombrero, ni dejarse bigote, ni siquiera hace falta leer muchos libros, no hace falta vivir al margen de las normas y las convenciones sociales,ni residir en buhardillas, tampoco es necesaria la creación de versos ni las discusiones a la luz de la razón. No es menester ser pródigo en ideas, en realidad no es imprescindible nada que sea prescindible.

A decir verdad uno no sabe si el artista nace o se hace, si es una cuestión de talento, de trabajo o una simbiosis de ambos. Uno no sabe muy bien qué es un artista, no obstante, se ven, se leen, se escuchan, se admiran y se disfrutan. Uno puede ver un artista donde otro no ve más que un elemento inerte y sin entrañas.Es, por definición, una cuestión relativa.

Muchos aspiran a tal elogio o distinguida profesión, muchos estudian para ello y se preparan, mas deben saber que nadie hace carrera.

Quizás es pasajero, quizás es para siempre, o quizás es fruto de esta noche que precede a cinco meses de triste reflexión, pero sé, aunque sólo sea por esta noche enlutada, que no soy un artista. Por mucho que me esfuerce no alcanzo, nunca se sabe lo que seré el día de mañana, pero ni hoy ni en fechas próximas seré miembro del artístico gremio. Sin embargo, es de muchacho de honra el morir con las botas puestas, y es posible que nunca me cuelgue esa medalla, mas nadie jamás podrá quitarme la condición de aspirante.

Calle Sin Talento.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Charlot y la voz

La muestra reune unos cien documentos (fotografías de estudio y fragmentos de películas)de Charlot. Sin duda una tentativa ciertamente irresistible. La exposición se celebra en la Iglesia de la Universidad, lo cual es excepcional, porque se puede admirar el contraste de los tiempos pasados en comunión con elementos tan modernos como la filmografía o la fotografía.

Una vez situados(sepan, todos ustedes, que transcurre todo en Santiago de Compostela, ciudad terriblemente bella)les contaré lo allí acaecido.

Nuestro amigo, compañero y personaje de alguna que otra historia aquí contada, Pip, asistió a la exposición. Disfrutó, le gustó mucho, le pareció realmente amena, hasta el momento fatídico.

Pip estaba viendo un fragmento de "Tiempos Modernos" cuando se percata de que el televisor de pantalla plana tiene botón para subir el volumen. Pip, con toda la ingenuidad del mundo se dice -Si no escucho nada- y en un acto de inteligencia, haciendo gala su apabullante agilidad mental le sube el volumen, con la sorpresa añadida de que seguía sin escucharse nada. Todo sucedió muy deprisa, y para cuando quería darse cuenta, Pip ya estaba siendo víctima de la mirada indiscriminada de un "segurata" (uno de esos seres pasotas, a los que revisten de una autoridad ficticia y vana pero que acojonan lo mismo que un policía nacional) que dice:

- Psssssh. No se toca.

A lo que Pip responde con una sonrisa bobalicona.

Pip piensa y piensa y dice y dice que :

- La películas mudas, por mucho que le subas la voz siempre suenan igual...

sábado, 8 de agosto de 2009

Un baño de masas

Se acercan las 10 de la noche. Es la hora. Un silencio aterrador emerge, mis oídos lo sienten, y presienten lo que hay al otro lado de la pared. Mi corazón late cada vez más deprisa, siento los latidos en mi cabeza, quiero pensar en algo, pero tengo la mente en blanco, es la primera vez que hago esto en público, me sudan las manos.

Mis tres compañeros cruzan el pasillo, me dan palmaditas en la espalda a medida que van pasando, es como estaba planeado, yo me quedo en soledad 30 segundos más. Comienza a sonar la música, sólo la música.

Me toca, comienzo a andar, atravieso el pasillo, todo oscuro. Ahora. Los dos focos se encienden de golpe, ante mis ojos 13 vástagos oyentes. El pasotismo se hace patente, me siento Dios, el ritmo de la batería me lleva hasta el escenario, avanzo con timidez, cojo el micrófono, y aprovecho la oscuridad para buscar intimidad, sin vergüenza cierro los ojos y canto.

Cuando a alguien le pregunten por algunos de nuestros conciertos dirán “No sé qué decirte, tampoco les presté mucha atención”, lo que ellos no saben, es que a nosotros también nos la chuparán un rato.

Durante 2 horas y medias nuestro ego alcanza límites insospechables. Nos sentimos cojonudamente bien. Cuando todo termina, no sé el resto, pero a mí me sobrecoge la soledad y el desamparo y me doy cuenta de que fue algo tremendamente agobiante e intimidatorio. Al bajarme del escenario vomito, pido una copa e intento controlar el pulso, sé que quiero repetir pero me siento enfermo, es todo muy contradictorio.



Se acercan las 10 de la noche. Es la hora. Un suave ronroneo emerge, mis oídos lo sienten, y presienten lo que hay al otro lado del túnel de oscuridad. Mi corazón late cada vez más deprisa, siento los latidos en mi cabeza, quiero pensar en algo, pero tengo la mente en blanco, me siento parte de un ritual establecido desde el primer día que hice esto. Me sudan las manos, y eso que cargo con varios años de experiencia.

Mis tres compañeros atraviesan al mismo tiempo el túnel, me dan palmaditas en la espalda a medida que van pasando, es como estaba planeado, yo me quedo en soledad 30 segundos más. El estruendo aumenta, comienza a sonar la música.

Me toca, comienzo a andar, paso el túnel, todo oscuro. Ahora. Los focos se encienden de golpe, estallan mil flashes fotográficos y ante mis ojos 80.000 vástagos oyentes. El griterío se hace ensordecedor, me siento Dios, el ritmo de la batería me lleva hasta el escenario, empiezo a correr, cojo el micrófono, y aprovecho la carrera para llegar, micrófono en mano, hasta el final del escenario y tirarme de rodillas, y ahora sí, con muchas ganas, cierro los ojos y canto.

Cuando a alguien le preguntan por algunos de nuestros conciertos, siempre suelen decir “se me pone la piel de gallina”, lo que ellos no saben, es que a nosotros también.

Durante 2 horas y media nuestro ego alcanza límites insospechables. Nos sentimos cojonudamente bien. Cuando todo termina, no sé el resto, pero a mí me sobrecoge la soledad y el desamparo, deseo que llegue el siguiente concierto, y mientras tanto mi botella de ron me ayuda a digerir mejor la espera…

Intuyo que sería algo así…