domingo, 20 de septiembre de 2009

Oh (Sorpresa)

Como decía el otro:

- Únicamente me enorgullezco de una cosa. Sólo lloré cuando valía la pena.

martes, 8 de septiembre de 2009

Esos ojos verdes

No siempre se ve la luz del mismo color, no siempre gira todo a nuestro alrededor, no siempre hay cabida para el amor. No tuve nunca una sensación, tan melodiosamente dramática para el corazón, como aquel grito intenso que salió de tu interior, un susurro, un leve adiós.

Quizás no hubo momento para el dolor, tan sólo dos grititos de alivio y seducción. Aquel morbosa baile, aquella dulce silueta, aquella tremenda tentación, de tus ojos verdes bicolor.

Era una noche triste, de un lunes dominguero, eran cuatro chicos y un burro borriquero. Nadie los vio salir, nadie los vio llegar. Pero todo el mundo pudo ver sus cuatros cuerpos en el altar.

Tibios, blancos y mugrientos, eran cuatro maniquís de una tienda fúnebre sin música. Tan sólo redobles de un lejano tambor.

En el frondoso bosque de tus entrañas, doce lamentos para el olvido, en las calles de mi casa, cuatro lágrimas de las que sólo sabías tú.

No olvides, sinvergüenza, que tu cara lleva tu nombre, no te escapes sino quieres, pero huye mientras puedas.

Pequeño distante granuja. Canalla perverso, todos sabemos que fuiste tú, dejaste tus ojos verdes tatuados en el ataúd.

Te veo, te veo, te veo, aunque dices que no eres tú.

jueves, 27 de agosto de 2009

Calle Sin Talento

No hay que ser bohemio para ser artista, ni dárselas de intelectual de postín, ni fumar en pipa, ni llevar sombrero, ni dejarse bigote, ni siquiera hace falta leer muchos libros, no hace falta vivir al margen de las normas y las convenciones sociales,ni residir en buhardillas, tampoco es necesaria la creación de versos ni las discusiones a la luz de la razón. No es menester ser pródigo en ideas, en realidad no es imprescindible nada que sea prescindible.

A decir verdad uno no sabe si el artista nace o se hace, si es una cuestión de talento, de trabajo o una simbiosis de ambos. Uno no sabe muy bien qué es un artista, no obstante, se ven, se leen, se escuchan, se admiran y se disfrutan. Uno puede ver un artista donde otro no ve más que un elemento inerte y sin entrañas.Es, por definición, una cuestión relativa.

Muchos aspiran a tal elogio o distinguida profesión, muchos estudian para ello y se preparan, mas deben saber que nadie hace carrera.

Quizás es pasajero, quizás es para siempre, o quizás es fruto de esta noche que precede a cinco meses de triste reflexión, pero sé, aunque sólo sea por esta noche enlutada, que no soy un artista. Por mucho que me esfuerce no alcanzo, nunca se sabe lo que seré el día de mañana, pero ni hoy ni en fechas próximas seré miembro del artístico gremio. Sin embargo, es de muchacho de honra el morir con las botas puestas, y es posible que nunca me cuelgue esa medalla, mas nadie jamás podrá quitarme la condición de aspirante.

Calle Sin Talento.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Charlot y la voz

La muestra reune unos cien documentos (fotografías de estudio y fragmentos de películas)de Charlot. Sin duda una tentativa ciertamente irresistible. La exposición se celebra en la Iglesia de la Universidad, lo cual es excepcional, porque se puede admirar el contraste de los tiempos pasados en comunión con elementos tan modernos como la filmografía o la fotografía.

Una vez situados(sepan, todos ustedes, que transcurre todo en Santiago de Compostela, ciudad terriblemente bella)les contaré lo allí acaecido.

Nuestro amigo, compañero y personaje de alguna que otra historia aquí contada, Pip, asistió a la exposición. Disfrutó, le gustó mucho, le pareció realmente amena, hasta el momento fatídico.

Pip estaba viendo un fragmento de "Tiempos Modernos" cuando se percata de que el televisor de pantalla plana tiene botón para subir el volumen. Pip, con toda la ingenuidad del mundo se dice -Si no escucho nada- y en un acto de inteligencia, haciendo gala su apabullante agilidad mental le sube el volumen, con la sorpresa añadida de que seguía sin escucharse nada. Todo sucedió muy deprisa, y para cuando quería darse cuenta, Pip ya estaba siendo víctima de la mirada indiscriminada de un "segurata" (uno de esos seres pasotas, a los que revisten de una autoridad ficticia y vana pero que acojonan lo mismo que un policía nacional) que dice:

- Psssssh. No se toca.

A lo que Pip responde con una sonrisa bobalicona.

Pip piensa y piensa y dice y dice que :

- La películas mudas, por mucho que le subas la voz siempre suenan igual...

sábado, 8 de agosto de 2009

Un baño de masas

Se acercan las 10 de la noche. Es la hora. Un silencio aterrador emerge, mis oídos lo sienten, y presienten lo que hay al otro lado de la pared. Mi corazón late cada vez más deprisa, siento los latidos en mi cabeza, quiero pensar en algo, pero tengo la mente en blanco, es la primera vez que hago esto en público, me sudan las manos.

Mis tres compañeros cruzan el pasillo, me dan palmaditas en la espalda a medida que van pasando, es como estaba planeado, yo me quedo en soledad 30 segundos más. Comienza a sonar la música, sólo la música.

Me toca, comienzo a andar, atravieso el pasillo, todo oscuro. Ahora. Los dos focos se encienden de golpe, ante mis ojos 13 vástagos oyentes. El pasotismo se hace patente, me siento Dios, el ritmo de la batería me lleva hasta el escenario, avanzo con timidez, cojo el micrófono, y aprovecho la oscuridad para buscar intimidad, sin vergüenza cierro los ojos y canto.

Cuando a alguien le pregunten por algunos de nuestros conciertos dirán “No sé qué decirte, tampoco les presté mucha atención”, lo que ellos no saben, es que a nosotros también nos la chuparán un rato.

Durante 2 horas y medias nuestro ego alcanza límites insospechables. Nos sentimos cojonudamente bien. Cuando todo termina, no sé el resto, pero a mí me sobrecoge la soledad y el desamparo y me doy cuenta de que fue algo tremendamente agobiante e intimidatorio. Al bajarme del escenario vomito, pido una copa e intento controlar el pulso, sé que quiero repetir pero me siento enfermo, es todo muy contradictorio.



Se acercan las 10 de la noche. Es la hora. Un suave ronroneo emerge, mis oídos lo sienten, y presienten lo que hay al otro lado del túnel de oscuridad. Mi corazón late cada vez más deprisa, siento los latidos en mi cabeza, quiero pensar en algo, pero tengo la mente en blanco, me siento parte de un ritual establecido desde el primer día que hice esto. Me sudan las manos, y eso que cargo con varios años de experiencia.

Mis tres compañeros atraviesan al mismo tiempo el túnel, me dan palmaditas en la espalda a medida que van pasando, es como estaba planeado, yo me quedo en soledad 30 segundos más. El estruendo aumenta, comienza a sonar la música.

Me toca, comienzo a andar, paso el túnel, todo oscuro. Ahora. Los focos se encienden de golpe, estallan mil flashes fotográficos y ante mis ojos 80.000 vástagos oyentes. El griterío se hace ensordecedor, me siento Dios, el ritmo de la batería me lleva hasta el escenario, empiezo a correr, cojo el micrófono, y aprovecho la carrera para llegar, micrófono en mano, hasta el final del escenario y tirarme de rodillas, y ahora sí, con muchas ganas, cierro los ojos y canto.

Cuando a alguien le preguntan por algunos de nuestros conciertos, siempre suelen decir “se me pone la piel de gallina”, lo que ellos no saben, es que a nosotros también.

Durante 2 horas y media nuestro ego alcanza límites insospechables. Nos sentimos cojonudamente bien. Cuando todo termina, no sé el resto, pero a mí me sobrecoge la soledad y el desamparo, deseo que llegue el siguiente concierto, y mientras tanto mi botella de ron me ayuda a digerir mejor la espera…

Intuyo que sería algo así…

sábado, 9 de mayo de 2009

La gota de agua y el grano de arena

En una noche oscura, de una historia incierta, que nadie conoce (excepto un servidor), de un lugar muy remoto, se juntaron, de forma amistosa, un grano de arena y una gota de mar.

El grano habló con la gota, y la arena hizo lo propio con el mar. Hablaron sin parar, toda la noche, que si tú líquida que si yo sólido, que si tú salada que si yo amargo, que si tú mojada que si yo seco, que si tú insignificante que si yo también… Hablaron sin parar, hasta que el sol de la mañanita, invitó, de forma cariñosa, a la luna a dar un paseo por el horizonte. Cuando esto ocurrió, la calma que precedía al día se partió. Comenzaron a llegar las primeras aves, y con ellas el ajetreo propio del mundo animal. El grano de arena y la gota de agua tuvieron que separarse, sin ellos saberlo, hasta el fin de sus días, que serán eternos.

¿Por qué se rompió la armonía? ¿Por qué no se pueden volver a ver esas dos insignificantes existencias?

Quizás, y sólo quizás, porque el destino tiene caminos infinitos para el desencuentro.

Porque así estaba escrito. En dónde se preguntarán algunos, pues evidentemente, en las páginas de esa incierta historia, que nadie conoce (excepto un servidor) y que seguramente nadie escribió.

Pero de lo que sí estoy seguro, es que si de mí dependiese, tanto esa gota como ese grano de arena serían elementos dispares de una misma unidad. Es que no comprendo…

Es, a veces, cuestión de perspectiva personal, el poder encontrarle sentido al infortunio y al azar. Unos días (curiosamente de forma muy azarosa) pienso unas cosas y otros días pienso otras totalmente distintas, caigo pues, de nuevo, en la trampa de las redes de la contradicción, una maraña imprescindible para darle forma a elementos inexplicables de la propia virtud.

Una maraña imprescindible, para entender la realidad.

lunes, 4 de mayo de 2009

Epitafio suicida

Epitafio suicida, retales de vida, en un cementerio de cuatro esquinas. Ahogado en lo presuntuoso dije no, a la sensación, de dejarme llevar.

Saltando muros, esquivando vayas. Alcancé el fulgor de luz, en un brillo sintomático de claridad y lucidez ciega.

Nadé en los más hondos vacíos y me sumergí en la oscuridad de colores. Un surrealismo de ficción me otorgó en pequeñas dosis de realidad un poco de impresionismo ilusorio. Era, como decía, un clavel de ramas y azúcares, muy parecido al papel en blanco de los libros sin letras.

Salió pues, del mundo de los sueños, este disparatado escenario para su disfrute y devoción.

viernes, 1 de mayo de 2009

El cartero de marras

Todos los días laborables del año, Emiliano, un funcionario, cumple con su cometido de forma rigurosa y excepcional. Reparte y recoge la correspondencia a todos los habitantes de los pueblos olvidados de la mano de Dios y de la naturaleza.
Realiza el trayecto a lomos de una vespa amarilla, con cuyo rugido anuncia su llegada a través de las montañas. Un eco fugitivo.

Los paisanos lo reciben con más o menos cariño, pero siempre de forma amistosa. Desciende y asciende por antiguos caminos que le adentran o le sacan de Sierras llenas de sauces, olmos y robles bajo los que poder sestear huyendo de los rigores veraniegos, o bajo los que guarecerse en los días de frío y lluvia. Todo esto forma una nube de vegetación extraordinaria al ojo humano.

Entre pueblo y pueblo, Emiliano hace una paradita, charla con los vecinos, se toma un queso de cabra con pan y reanuda la marcha. Así todos los días laborables del año. Todo igual, e igual que todos los días, ya no como cartero, sino como ser humano deposita una carta en el último buzón, de la última casa, del último pueblo, de la última montaña de todo el itinerario. Una carta que igual que siempre no sería leída:

Querida:

En lo frondoso de la oscuridad de mi mente, no alcanzo a ver más que el escarnio y el castigo que merezco. No llegarán ni el día ni la hora en los que mí arrepentimiento sea suficiente. Sé que pereceré en el más arduo de los infiernos. Me consta que soy persona non grata en tu corazón y en tu alma. Pero, no por todo ello debo resignarme a ser contemplativo, qué menos que solicitar tu perdón y clemencia, qué menos que llorar por ti, en la soledad del cementerio de la angustia, viendo como mis lágrimas caen por los crucifijos, dibujando, al deslizarse, un epitafio que reza “Aquí yace el diablo”.

Una vez hecho este acto tan ritualizado en la vida de Emiliano, arranca la moto y se va ladera abajo. Haciendo penitencia.


Una vez se aseguró de que el cartero hubo desaparecido de su vista, una mujer, vestida con sus trapos, harapos y andrajos, sale de la casa, se dirige con decisión al buzón, introduce la mano y extrae un sobre inmaculadamente blanco. Y como venía haciendo todos los días laborables de los últimos veinte años, prendió fuego a la epístola diciendo - Cuanto más se conoce a los hombres, más se admira a los perros-.

lunes, 20 de abril de 2009

El viaje del 67

Viví mi novela de carretera en el 67. Me pulí el asfalto. Arranqué en Rhode Island y de costa a costa terminé en California, tomando el sol. Atravesé ese gran país con la ayuda de una armónica, un banjo, un Cadillac Calais y whisky, mucho whisky.

Aprendí a tratar con los jodidos yankees (soy europeo), a lamerles el culo, a compartir sus excentricidades y aprendí a amar al dólar. La guita es la guita.

Es obvio que transgredí un par de leyes en un par de estados. Sin ir más lejos en California, más concretamente en Blythe llevé botas de cowboy en público, sin poseer al menos dos vacas, requisito imprescindible para no pasarte la ley por el forro. En Devon, Connecticut, es ilegal andar hacia atrás tras la puesta del sol, obviamente, fue una tentación. Como deduciréis avispados lectores, me persiguió el sheriff de turno. Muy apasionante y americano.

Igualmente esclavicé a un par de miembros de color en una plantación de algodón, los muy desagradecidos se escaparon. Que si libertad, que si igualdad, que si algún día un presidente negro… En fin, perogrulladas.

También paré a comer en Kentucky Fried Chicken. Pollo de calidad.

Después, en un pueblo olvidado de la mano de no se qué resaca, me presentaron a un tal Bob Dylan. Un tanto efebo para mí gusto.

El estado más desconcertante, sin duda, Texas. Se parecía mucho a la España de aquel entonces, mucha misa pero nadie quería sentarse en la silla. Muy raro todo, ya no les dije nada de jugar a la sillita de la reina, allí son muy republicanos, nada de reyes.

Al final de mi viaje, antes de atracar en California, hice una leve parada en Aberdeen, ciudad del condado de Grays Harbor, Washington. Un chivatazo, se rumoreaba que había nacido el mesías underground, un tal Kurt Cobain. Le llevé incienso.

Al final, sólo me quedó clavada la espinita de no conocer ese lugar de vacaciones al que iban todos los americanos. Debía de ser un paraíso. Vietnam. Seguro que era bonito. Le había dado el impulso necesario un tal Eisenhower.

Un buen viaje.

D. Naion.

martes, 14 de abril de 2009

Las cuatro virtudes cardinales

No hay mejor virtud que la de callar cuando toca, saber escuchar, pensar antes de arremeter. No hay pues, mayor virtud que la prudencia vestida con sus mejores trajes. Una prudencia revestida de cautela, moderación y sensatez. Una prudencia que hace siempre gala del buen juicio. Es sin duda la mejor cualidad que uno puede poseer para su buen provecho, ni que decir tiene que si uno busca el bien de su prójimo, no hay mejor distintivo que el de persona justa.

Cualquier pagano grecolatino te diría que la prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales que de la mano de la templanza, la justicia y la fortaleza conforman al hombre virtuoso por naturaleza y convencimiento.

Me presentaré a continuación como un hombre carente de las cuatro virtudes cardinales, no carente por completo, pero si en grado sumo.

Por lo general, no soy prudente ¿Por qué? Tengo tendencia a demostrar con excesiva gallardía mi insensatez, ligereza, osadía, temeridad e imprevisión. Es decir, acostumbro a permitir que los que están a mí alrededor sepan lo que estoy pensando.


La fortaleza brilla en mi persona, por su ausencia. No soy débil ni mucho menos, absténganse abusones. Pero sí blando, inconstante y enfermizo. Soy persona decrépita para el trabajo manual.

Templanza, templanza, templanza… Quizás la más ausente de todas estas virtudes. La calentura, el desenfreno, la violencia instantánea y efímera, así como la gula y mi hedonismo corporal hacen que la templanza se vea como una alergia de la cual ya se está vacunado de por vida.

Por último, tenemos la justicia ¡Cuántas maldades se han hecho en nombre de esta señora! Es la única virtud que ansío de verdad, la única que en los días donde en mí aflora la bondad, deseo alcanzar. Es la más subjetiva de todas, y a mi juicio es la única con la que se nace. Uno puede, con el tiempo hacerse más o menos justo, pero uno emanará justicia si nace con ella.

Mi nombre es Sr. Naion. Soy Presidente del Mundo ¿Para qué coño quiero ser un virtuoso?

lunes, 16 de marzo de 2009

La respuesta

Hablo de ese tren de vapor que nos ayudó a salir del diluvio. Locomotora triste llegas y ves las Siete torres. Hablas de levantarte y sonreír. Coges tu armónica, la tocas con el aire de la locomotora, un gran soplo carbonizado. Te detienes y miras al cielo, cantas, o gritas, o sabe Dios qué, Ha la la la De Day.


No tengo la culpa de no ser del 60, de no recorrer con mis aires lozanos O’Connell Street, generación del 70.

Ciudad fantasma de Bodie, prefacio del regalo de Death Valley y Zabriskie Point, allí te encontré mi dulce cactus. Mi árbol de Joshua.


Desde las Siete Torres hasta Death Valley. Sólo suena Ha la la la De Day.


Espero que te sirva de respuesta.



*Running to stand still.

lunes, 9 de marzo de 2009

El beso de papá

¿Nunca habéis tenido sueños realmente “imposibles”?

Yo sí. He soñado en cantidad de ocasiones ser una estrella de rock. Me he imaginado futbolista de élite, intelectual de postín adicto a fumar en pipa, me he visto como carpintero “manitas” ¡Cómo no! También he soñado con ser un poeta. He sustituido a Hiram Bingham en el descubrimiento de Machu Pichu en una versión bastante galaica y pueril de Indiana Jones (con Game Boy color y galletas de dinosaurio), incluso he ansiado ser un profesor a la altura de Robbie Williams en Dead Poets Society (escribo el nombre de esta película en inglés para dármelas de entendido en versiones originales. Aunque cabe decir que en mí, el inglés sigue manifestándose en forma de tedioso balbuceo. Incomprensible sin la ayuda de un traductor).

Muchas de estas cosas soñadas y anheladas desde que era un pequeño retoño con tendencia al egoísmo (rayano en la estupidez) se han ido desvaneciendo, no por completo, pero sí en gran medida. Otros de esos sueños se me antojan en el presente, en caso de alcanzarlos, como una cagada tremenda en el firmamento, otros ya los he olvidado y otros han venido a ocupar el lugar de éstos últimos ya difuntos.

Es así el camino de los sueños y ambiciones, tortuoso y revelador. Es un camino que recorro en un peregrinaje de penitente ingenuo, descubriendo a base de palos (no demasiado dolorosos) que me faltan cualidades para la mayoría de metas que me marco. Lamento admitir que suelo desistir y me planto a veces, en mitad del camino. No obstante me enorgullezco al decir que suelo retomarlo con renovada actitud, con dosis de realismo más fuertes que me alejan del derrotismo y el pesimismo más macilento del planeta tierra.

No pasa nada si uno es un “pringao”, de esos hay muchos, más de los que nos hacen ver los anuarios de los filmes americanos, hay más de un “pringao” por clase. El problema de los pringuis, es que como yo, muchos nos disfrazamos, hacemos de la vida un carnaval, es un mecanismo de autodefensa que nos protege de cualquier ataque (ya sea Pokemon o humano) a nuestra endeble y tácita autoestima.

Pensemos con la cabeza, tarea a mi juicio, harto difícil (más si tenemos en cuenta los apagones que sufre mi cerebro cuando se le sobrecarga con exceso de información) ser un individuo librepensador es muy complicado, estamos manipulados incluso por el papel higiénico (el que absorbe y huele a fresa es más elitista que el blanco de toda la vida, éste último es para gente que se identifica con el no tan extinto como se cree proletariado) ¿Cómo coño se supone que vamos a ser librepensadores sino podemos ni escoger con un mínimo de autodeterminación el papel higiénico? (Por cierto, mi culo es tan delicado que insiste en que se le llame trasero y en el uso de toallitas para bebés para lidiar con la irritación pos defección ¿Ves lector? Mi culo tiene autodeterminación).

Para mí el mundo actual, carece de romanticismo histórico para generaciones futuras, seamos sinceros, la vida contemporánea es muy cutre, mísera, mugrienta… Es una mierda. Siendo honestos, pero viene bien dramatizar de vez en cuando, tampoco está tan mal, al fin y al cabo tenemos acceso directo a material cultural las 24 horas del día (sin patente de corso en la mayoría de los casos).

No quiero afirmar, pero afirmo, que la sociedad actual (en la que me incluyo, por cuestiones de datación histórica) no aporta alicientes suficientes para promover movimientos y actividades más nobles, más trascendentes. Las generaciones pasadas nos dieron el rock. No sabe nadie cuán agradecido les estoy por ello. Nosotros (con todo los respetos) les dejamos como legado las rimas de gente que “vive calle” (que dice vivir calle). Que esto no se malinterprete, considero que el hip hop (RAP o RIP o SPQR o BNG o NBA) es arte, no en su mayoría pero sí en su escasa minoría. Pero ni de largo tan grande y pleno como el rock.

No soy un fulano inconformista, no soy un activista (ni de largo), no soy una mente crítica, no soy nada ni nadie. Pero alcanzo a ver toda la capa de musgo que nos cubre ¿Qué se supone que debo hacer? Nada.

Lo aquí expuesto, hasta el momento, son desvaríos varios de un contrariado personaje de la tragicomedia más larga (o corta) del mundo celestial y del cielo mundial, que es la (puta) vida.

Una marioneta, eso es lo que soy. Oh lector mío. Tú también eres una marioneta.

El otro día, recordé, no sin cierto recelo, un episodio tremendamente dramático de mi infancia (siendo objetivos no fue tan trágico, está sobrevalorado por mi sensibilidad pretérita) en el cual rechace una petición de mi padre, en la que tras una refriega, me pedía un beso y yo me negaba. No quería hacerlo, es decir, quería dárselo, pero mi orgullo me lo impedía. Nunca jamás (cerca de Neverland), por muchos besos que le de a mi viejo (este vocablo es para acercarme al mundo juvenil) a lo largo de mi vida de ningún modo recuperaré ese beso que no le di ¿A dónde quiero llegar con esto? A ningún lado, pero me apetecía contarlo, me vino a la cabeza y me dije “Vamos, suéltalo”. Ni que decir tiene, que tampoco soy impulsivo, tiendo a precipitarme a tomar decisiones erróneas, las correctas, no las tomo, las deciden por mí, bastante tengo con no haberle dado un beso a mi padre… Beso que se merecía.

Oh lector mío ¿Qué te mueve?

A mí los impulsos carnales. Te lo juro. Te lo prometo.

Estoy fuera de contexto. Soy al mundo, lo que una lágrima es al llanto de un bebé. Uno más. Insignificante. No obstante. Por muy aburrido que vea todo, por muy poca cosa que vaya a ser o (muy poco probable) por mucho que llegue a ser nunca dejaré de ser un elemento fútil al mundo (¿Cuántos hombres habrán hecho historia en la Antigüedad y no aparecen en ninguno de los múltiples anales del Salón de Clío?). Lo que se dice en los entierros es cierto -“No somos nadie”- y más claro lo ve uno en los días de nubes. Solo hay lugar a la resignación. Resignación a lo que nos espera, no a lo que hay, que por cierto ¡Apesta!

Mucha mierda.

sábado, 31 de enero de 2009

Anónimo

Una suave brisa le acaricia la cara. Tiene el pelo erizado por el céfiro salado del mar. Da dos pasos al frente y se pone de cuclillas, estira el brazo, extienda el dedo índice y el corazón para palpar el suelo, la humedad de la hierba inunda su tacto, se lleva los dedos a la nariz e inspira con profundidad. Huele a hierba húmeda, huela a verde, huele igual que cualquier otro campo de hierba húmedo. Se levanta de nuevo y con los brazos en jarra, como una estatua de bronce, en es estado de parálisis observa el horizonte.

Una mano se posa en su hombro. Él no se alarma, esperaba esa visita, no le pilló de improviso ese toque a pesar de lo absorto que estaba en otro tiempo y en otra dimensión. Se da la vuelta. Se miran fijamente a los ojos y se funden en un abrazo predeterminado por las circunstancias.

Para una mayor facilidad y comprensión del que lee estas líneas, pondremos al sujeto que inicial el nombre de Pip (para variar) y al individuo que llega a posteriori le llamaremos Anónimo. Una vez hecho este inciso proseguimos con este humilde relato.

Ambos se separan, sonríen, y progresivamente y sin saber por qué se echan a reír a carcajadas. Una vez pasada la euforia, establecen una conversación, una como cualquier otra conversación existente en el mundo mundial.

- ¡Cuánto cambiaste cabronazo!

Anónimo suelta una fuerte carcajada, abre tanto la boca que Pip le hasta la “campanilla”.

- Me temo que no puedo decir lo mismo. Pasaron doce años y sigues igual.
- Sigo parecido, que no igual. Si no se me pudre la carrocería se me pudre el motor, al fin y al cabo es lo mismo.
- Pero lo disimulas mejor. Te adelantaste, habíamos quedado dentro de una hora, yo que quería venir antes y estar un rato por aquí paseando.
- Curioso, porque yo pensé lo mismo. De hecho aquí estoy.
- Ya veo ya ¿Qué tal en Galway?
- No es estar como en casa, pero después de doce años, pierdes la noción de lo que es tu hogar. Yo no soy de allí ni de aquí. Es una situación extraña.
- Tío. En doce años ni una visita, doce años sin verte macho ¿Por qué no venías Pip?
- El pasado nunca se borra, pero a veces huyendo queda un poco más atrás, quizá no fue la decisión más valiente ni la más correcta pero fue la que necesité durante estos doce años, fue la mejor solución para aquella pesadilla.

Anónimo ve en Pip el atisbo de emoción en sus ojos, se le enrojecieron. Anónimo no quiere hacerle daño pero una especie de rabia le carcome por dentro, quiere echarle en cara su ausencia, su cobardía.

- No pasaste tú solo por aquello Pip. No fuiste tú solo, éramos más. No lo olvides. Todos estábamos allí, nadie pudo hacer nada.
- No me jodas. En serio, no me jodas.
- Sí, rehúye. Márchate otros doce años, escoge el camino más fácil. Te repito que no fuiste tú solo, éramos más.
- No me compares. No hay color.
- ¿Por qué no hay color? No solo murió tu hermano y tus padres, no solo murieron ellos, murió mi padre, murió la mujer de Juan, murieron los hijos de Pedro, murió mucha gente, fue una guerra, que esperabas.

Pip se estaba acalorando, se estaba poniendo rojo, cerraba los puños con furia y desde el más profundo de los pozos sin fondo salió un chorro de voz encolerizado diciendo una frase que no dijo en doce años, la frase que le quemaba el alma.

- Yo maté a mi hermano. Yo lo maté.
- Por Dios Pip, por Dios. Él te iba a matar a ti. No tenías elección. Escogió el mando equivocado. No puedes pasar toda la vida torturándote por eso.

Anónimo se acercó a Pip. Extendió sus brazos y lo enlazó. Pip se rompió, y con una voz desgarrada, lloraba y decía.

- Mi hermanito no me mataba, él no. Si hubiese esperado, tan sólo un poco más, estaba nervioso pero no me iba a matar, solo estaba nervioso. Mi hermanito…Él me quería…Era mi hermano, por el amor de Dios, era mi hermanito pequeño, debía protegerlo y no matarlo.
- No digas eso Pip, no lo digas.
- Lo siento tanto, tanto, tanto… Debería haber muerto yo…
- Pip sabes que no, hiciste lo único que podías hacer.

Pip se separó de él. Y dijo con el dolor más inconmensurable del universo:

- Adiós, me voy pero algo más de 12 años.

Pip se agachó, volvió a acariciar el suelo, olió la humedad de la hierba. Y sin previo aviso se dejó caer por el acantilado abajo. Anónimo gritó con todo su corazón pero no podía hacer nada, tan sólo resignarse a ver una de las más crueles y bellas imágenes de su vida, la fusión entre el hombre y las olas, entre la vida y la muerte. Se dejó caer en el suelo, se tapó la cara y maldijo en voz alta al pasado bélico de sus almas. Ni la muerte borra el rastro de la guerra, el olor es demasiado fétido.

miércoles, 7 de enero de 2009

Vaquero

Vaquero cabalga con tu soledad hasta el amanecer. Cabalga en solitario vaquero del oeste. El desierto se hace estrecho cuando lo surca un cowboy a lomos de su corcel. A trote lento atraviesas el universo lleno de polvo. A la luz del sol, mascando tabaco y escupiendo flema americana en el suelo de Arizona. Único en tu especie, sabes cuando sales pero no cuando vuelves. Vaquero dejaste tu rancho abandonado. Carga tu revolver chico del oeste. Matas búfalos, buscas oro, añoras la fortuna, diriges ganado y te bates en duelos a los 12 junto a la torre del reloj. Mi vaquero ¿Donde estás? Tú que dominas el arte del lazo. Vaquero…

sábado, 3 de enero de 2009

O vello

Na torre máis alta do castelo hai dous homes que falan cas estrelas. Crúzanse unha mirada, soríen e volven a vista ao ceo. O máis vello dillo ao outro:


- Non é o tempo pasado nin o seu cariz remoto. Non é a paixón exercida polo paso do tempo, non é tampouco que eu esqueza nin que olvide. Sonche da aldea. Sonche do monte ou de trasmonte, igual non teño tanta vida coma ti nin sei falar coas túas verbas mais coñezo ben o latexo do corazón. Non creo que sexa morriña do pretérito. Nin se quera penso que sexa o amor. Non teño claro o qué. Só sei que o outro día, votei a chorar rapaz. Chorei coma un meniño. Farteime de recoller bágoas ca xema dos meus dedos. Ao principio pensei que cansara de vivir, crin que morría afogado nos meus choros, de certo que pensei que me devoraba a angustia. Parei de chorar, e sentín no meu interior o clamor de cen mil persoas berrando por min, pedíndome de xeonllos que non rendise pleitesía á morte, que non fose víctima do meu pasado. Viñeronme os meus ancentros á mente, fixéronme unha visita de cortesía na que me empuxaban a ver con claridade o futuro que todavía me agardaba por diante. E é sabido que o galego prefire o malo coñecido que o bo por coñecer, así que a miña decisión tornouse bastante fácil.

Deus levoume a moita xente de Noso Señor. Deixoume fastidado máis dunha vez. Estiven a piques de morrer da pena pola teima que ten ese Bendito Espírito de levarse a todo o que se lle da por nacer, que egoísta é. Non o entendes meu fillo. Cómo o vas a entender. Levoume o amor da miña vida cando tiña 23 anos. Aínda choro con 73. Por iso morría o outro día ¿Cómo dis que se supera iso? Nin con medio século por diante.

O vello deixou correr pola súa faciana un regueiro de paixón. Unha bágoa á esperanza.

- Non chore meu pai. Hai mil vidas que lle quedan por vivir. Mil amores por coñecer e un fillo ao que querer. Non me amole e non se poña a chorar. Míreme aos ollos e díagme que non está orgulloso co que lle deparou a vida, dígamo porque aínda así non lle creerei. Deme unha aperta e deixe de por os seus ollos no que xa pasou, do que xa está morto. Viva a miña vida se é necesario porque non dubidarei en outorgarlla. Vello do demo, cale e soría. O mundo é pequeno de máis para vostede.