lunes, 20 de abril de 2009

El viaje del 67

Viví mi novela de carretera en el 67. Me pulí el asfalto. Arranqué en Rhode Island y de costa a costa terminé en California, tomando el sol. Atravesé ese gran país con la ayuda de una armónica, un banjo, un Cadillac Calais y whisky, mucho whisky.

Aprendí a tratar con los jodidos yankees (soy europeo), a lamerles el culo, a compartir sus excentricidades y aprendí a amar al dólar. La guita es la guita.

Es obvio que transgredí un par de leyes en un par de estados. Sin ir más lejos en California, más concretamente en Blythe llevé botas de cowboy en público, sin poseer al menos dos vacas, requisito imprescindible para no pasarte la ley por el forro. En Devon, Connecticut, es ilegal andar hacia atrás tras la puesta del sol, obviamente, fue una tentación. Como deduciréis avispados lectores, me persiguió el sheriff de turno. Muy apasionante y americano.

Igualmente esclavicé a un par de miembros de color en una plantación de algodón, los muy desagradecidos se escaparon. Que si libertad, que si igualdad, que si algún día un presidente negro… En fin, perogrulladas.

También paré a comer en Kentucky Fried Chicken. Pollo de calidad.

Después, en un pueblo olvidado de la mano de no se qué resaca, me presentaron a un tal Bob Dylan. Un tanto efebo para mí gusto.

El estado más desconcertante, sin duda, Texas. Se parecía mucho a la España de aquel entonces, mucha misa pero nadie quería sentarse en la silla. Muy raro todo, ya no les dije nada de jugar a la sillita de la reina, allí son muy republicanos, nada de reyes.

Al final de mi viaje, antes de atracar en California, hice una leve parada en Aberdeen, ciudad del condado de Grays Harbor, Washington. Un chivatazo, se rumoreaba que había nacido el mesías underground, un tal Kurt Cobain. Le llevé incienso.

Al final, sólo me quedó clavada la espinita de no conocer ese lugar de vacaciones al que iban todos los americanos. Debía de ser un paraíso. Vietnam. Seguro que era bonito. Le había dado el impulso necesario un tal Eisenhower.

Un buen viaje.

D. Naion.

5 comentarios:

John Connally dijo...

Que conste que sólo lo hago para tocar un poco las pelotas: en el 67Texas aún no era repúblicano.

O Meigallo Azul dijo...

jajaja. Gracias John. Bien tocadas esas pelotas.

Anónimo dijo...

Qué viajero!!!!!

:)

Anónimo dijo...

Bueno, pues ya que has dejado un comentario en mi blog y en principio por una cuestión de buena educación, me he venido a dar una vuelta por aquí con la sana intención de corresponder al tuyo con un comentario del estilo de: gracias por tu comentario en mi blog, me apasiona Ciudadano Kaine película que he visto unas once o doce veces sin cansarme ni un poquito de ella. Para mi es realmente un film sublime, casi perfecto. (Tengo otras pelis en cartera, pero de momento no he vuelto a rellenar ese renglón de mi perfil).
Bueno, pues como te decía solo pretendía demostrar mi buena educación, pero al llegar a tu espacio cibernético he podido fliparlo y me he quedado enganchado con tus textos (me he leído un par de ellos (El viaje del 67 y Las cuatro virtudes cardinales) de tal manera que me añado como seguidor tuyo por aquello de que me has dejado de veras alucinado con tu estilo directo y contundente de narrar historias.
Continuaremos en contacto. No dejes de escribir y mil gracias por haberte dado a conocer.
Entre tú y yo hay un montonazo de añadas de diferencia, yo sería un reserva y tu un vino joven, pero de cualquier manera me has sorprendido y esto no es algo muy común hoy.
Gracias por mantener tu espacio y…PAZ

Javier dijo...

Los Estados Unidos de América: el único sitio que todo el mundo critica, pero al que todo el mundo quiere ir.

Creo que hay que acabar con el imperio americano: económico y, lo más importante, cultural.

¿Y que tiene esto que ver con tu relato?

Pues opino que deberíamos ir rechazando, poco a poco, a los EE.UU como ese escenario de "ficción universal" que parece haberse asumido. Ir prescindiendo de su oxidado encanto cinematográfico y literario, que conduce a todos los creadores de todos los países (en una marea alienante) a ambientar sus historias, sueños y quimeras en ese país. Más brevemente: dejar de recurrir a los EE.UU como materia de creación

El imperialismo yanqui corrompe las conciencias hasta niveles inimaginables. La materia hispánica es universal. No caigamos en los tópicos que hemos mamado desde niños en el cine, y que reducen al creador a la condición de mero admirador fascinado ante lo extranjero.

En cientos de páginas; llenas de Joes, cowboys, dólares y Missisipis (¡Con la musicalidad que han adquirido las palabras yanquis!) late un deseo inconfeso: "¡Quiero ser americano!" "¡Quiero ser un escritor americano y no lo soy!"

Entiende esto como una reflexión constructiva y general

Un Saludo