domingo, 19 de octubre de 2008

Tentación del pecado

Es la tentación del pecado. Una rosa del desierto. Quizás sea un paso en falso, quizás la trazada de otro camino, de otro recorrido a un lugar más tenebroso. Sería la manzana del árbol del Edén. Sería luz de un momento para oscuridad, en el lamento, de una eternidad.

Sería escoger entre lo de siempre y lo de nunca. Sería escoger entre lo que se conoce y lo imprevisto. Quizás sea bueno probar y si no te gusta siempre puedes volver atrás. O no. Siempre depende.

San Miguel protegía el alma de los fallecidos y ponía sus actos buenos y los malos en una balanza, en función de eso iban del Purgatorio al Infierno o al Cielo. Esto es mentira, es ficción religiosa. Pero resulta atractiva la idea de que un ángel de la guarda te proteja en tu muerte y valore tus actos y en función de eso te marque un destino.

Si caigo en la tentación ¿Cuál sería mi destino?


Llegó el momento. El sí o el no. Y no es sencillo. Una provocación evocadora del hedonismo desaforado. La seducción. Se cierne sobre mí. Un suave contoneo de notas latinas. Mulata del desierto en el destierro. Pétalo rojo en fondo gris. Una lágrima blanco perla. Un alma lasciva Una mirada al horizonte del futuro. No es una buena idea. Un impulso, un latido dentro de dos millones de latidos. Una vena, en estos momentos un aforismo vital.


Se me olvida un “no sé si será…”

Ahogo mis gritos con la angustia de mi drama, patria lejana de la felicidad.

- Tú tan solo ven aquí. Haz el silencio con golpes sordos. Háblame de otros ojos, de otros brazos que no sean los míos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuerda que no el que peca empata si reza. La tentación no siempre es pecado, no siempre es mala, simplemente es... tentadora.

P.